miércoles, 8 de octubre de 2008

Jineteras en Xalapa



La última vez que la vi, caminaba por una calle empedrada; uno de sus zapatos había perdido el tacón, su vestido rojo se había teñido de marrón, su maquillaje mal aplicado me hacía pensar en Pink Flamingos. La antes femme fatale, que arrasaba con las miradas de todos los esposos, ahora era parte del grupo de las tortas toxicas; celulíticas y grasientas jinetearas de cuarta, sub mujeres que solo volvían a ser bellas a los ojos de los hombres intoxicados y sin hogar.

Y así, la guapa de Xalapa, sin talento ni vocación, daba tumbos como un hipopótamo con artritis, sobre una placa de hielo que, salida del océano antártico, se empieza a derretir al acercarse al trópico, volviéndose menor en magnitud y mas resbalosa. El elefante es vencido por la gravedad, sus huesos reciben el peso de los kilos, de las gorditas, tacos y tamales, pozoles, menudos y cueritos. El peso de su ego le sacó un chisguete de la boca vertical, después las cataratas del Niágara desbordaron sus gonorreícas aguas, un alud de mierda y lagrimas la dejó como una niña haciendo un berrinche.

Me dio tanta lástima que no pude evitarlo; mi boca comenzó a curvarse hacia arriba, en mi mueca se formó una media luna con aliento a mentol, se me escapó una lágrima con risillas ofuscadas (jmjmjm); después, las risas burlonas (jajarrajaja). Su mirada llena de odio y pena, se clavó en la mía. La guapa, o más bien, la Beluga de Xalapa, se intentó levantar para atacarme, pero el alcohol y su mojón la derrumbaron como un baobab que intenta bailar (Jajarrajaja). Guapa de Xalapa, tus días de gloria no regresarán, te espera una muerte lenta y grotesca; precio justo a pagar por tus años de excesos, por tu lista de corazones rotos e hijos abandonados; si me pides ayuda para levantarte, solo te voy a enjuagar la cara con mis aguas menores. Guapa de Xalapa te odio con todo mi corazón.

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