Los susurros que brotan de las paredes son emociones congeladas,
esferas de cristal contenidas por corazones de piedra que se rompen cualquier
presencia; secretos guardados que ya no pueden ser contenidos. Eriko sabe que
fluyen a través de ella, que la desgastan como el agua a la roca, la erosionan,
pero se siente contenta de hacer algo por alguien, por lo menos así no se
siente tan sola. Ha comenzado a llover de nuevo – No bebas la lluvia de las
sombras – Le advertía su madre cuando estaba viva, porque es un impulso natural
de los niños correr bajo la lluvia, reir, mojarse, pero esta lluvia no es
natural, está llena de grafito.
Eriko buscó refugio dentro de un edificio abandonado, la
puerta de madera cedió con facilidad, en el interior había muebles polvosos,
insectos mudos y un espíritu silencioso que la observaba con atención desde un
retrato antiguo.
-
Sé que estás ahí, no te voy a hacer nada – Dijo
Eriko mientras apilaba maderos en la chimenea.
Su madre pensaba que eran amigos imaginarios de Eriko,
Evanna y May, pero eran reales. Las tres coincidían en que la
mayor parte eran almas buscando su cuerpo, vagabundos ciegos en la oscuridad, impotentes
observadores de la realidad nebulosa desde el otro lado del manto. Se presentaban
como movimientos sutiles en la periferia de la vista o como susurros
escurriendo de las grietas de las paredes. Más escasos eran los secretos nunca
dichos, emociones que se quedaron grabadas como sombras en los edificios de Hiroshima,
condenadas a repetirse por toda la eternidad, la mayoría eran traumas
violentos, asesinatos, torturas, violaciones, o secuestros de niños, pero a veces se encontraban instantes sublimes,
como cuadros impresionistas. Éstos no tenían conciencia
de sí mismos, eran solo rastros de un pasado lleno de colores proyectados al
presente como fotografías viejas.
Evanna tenía la capacidad de observar los aromas, o nébulas:
nubes livianas que se alimentan de sueños y pesadillas, náufragos del mundo supralunar,
que se han quedado atorados en los engranes descompuestos de este planeta.
Eriko ha percibido su presencia en forma de música lejana, desde el interior de
su cráneo, pero nunca los ha visto.
May ha llamado miasmas a los antiguos dioses primigenios que
duermen en la conciencia de todos los seres, arquetipos antediluvianos sin
forma, reptiles con ojos que brillan en la oscuridad, babuinos enmascarados,
brujos tatuados que presenciaron el
origen del tiempo, cuando las cuerdas se volvieron membranas y comenzaron a
chocar. Nacieron antes del bien y antes del mal, antes de cualquier rastro de
humanidad. Llenan de miedo el corazón de los hombres porque lo devoran todo, su
presencia puede arrancarle el alma al cuerpo, porque están hechos de vacío, son
lágrimas de parto del mar de Dirac.
El espectro que acompaña a Eriko esta noche es solo un alma
que perdió su cuerpo. ¿Por qué hay tantas almas sin cuerpo en esta ciudad?, ¿Acaso
despertó el innombrable?, ¿se ha quitado la máscara el babuino?. ¿El árabe loco tenía razón?. El mundo es un
lugar vacío, frio y silencioso, no responde a esa clase de preguntas.
- Te quiero enseñar algo, acércate, no te voy a
hacer daño – Le dijo Eriko al espíritu una vez que el fuego había sido
prendido, tímido el espíritu no respondió, quizás era un espíritu sin voz. Eriko
abrió el libro que llevaba su nombre en la portada y se lo mostró, los ojos del
retrato se desplazaron tímidamente para observar la cubierta llena de
calcomanías descoloridas, Eriko le mostró la primera página.
– mira, esta es mi bisabuela, dicen que se parece mucho a mi-
El espectro obsevó foto de una chica delgada de
piel blanca, ciertamente se parecía a Eriko, incluso en la forma de vestir. La principal
diferencia era el cabello rojo. – Mi bisabuela se llamaba como yo, por eso el
libro tiene mi nombre –
El espectro no había visto algo tan hermoso en mucho tiempo,
de hecho, no había visto nada desde que algo terrible sucedió, un evento tan devastador que barrió con todas las playas de su memoria, incluso su personalidad quedó como una imagen descolorida. El huracán perdió fuerza, la tormenta terminó, la osmbra se perdió
eternamente en esa fotografía. Ojos verdes abiertos con sorpresa, cejas
pobladas llenas de alegría, una nariz pequeña y redonda, una boca abierta
sacando la lengua exhibiendo una perforación, uñas pintadas de varios colores,
un bra negro de látex, un short del mismo material, una segunda perforación en
el ombligo, una gota verde llena de vida, el cabello rojo cayendo como una
cascada de fuego, en las manos, una chispa. La chispa de donde nació el
universo, y que marca el final de sus días, por fin puede
descansar, no hay islas donde naufragar, no hay cuerpo para regresar, solo
queda disolverse en el mar de Dirac.