Evanna se dejaba
llevar por el aliento de la tierra, porque su persona era intermitente como la niebla del otoño. Su memoria
quebradiza la hacía invisible a los ojos del cielo; las brujas y las nubes
doradas la veían, pero pasaban de largo. En ese sentido, no tenía que
preocuparse por su vida, un rompecabezas a medio quemar.
Había quienes
creían que Evanna había sido colocada en este mundo por los dioses ancestrales,
mucho antes de los tambores, mucho antes incluso que la humanidad. Había
registros de su personalidad en toda la literatura, pero no eran consistentes
en tiempo y espacio. Probablemente Evanna era más una idea que una persona,
naciendo y muriendo constantemente como resultado de los sueños de los
corazones vacíos.
Antes de que
naciera la historia con los primeros escritos, Evanna era ya una leyenda, una
diosa sublime que sanaba los corazones de los vagabundos ciegos; como un
chispazo nacía, iluminaba la oscuridad y moría, sumiéndolo todo en un silencio
sagrado, contemplativo.
Evanna nace de
nuevo, cuando la naturaleza reclama de nuevo su reino y el silencio ha poblado
la boca de casi todos los hombres. Flota sobre el viento como una nube
eléctrica y salpica con gotas de eternidad las vidas de los seres con alma. Si
piel es como papel arroz, sus huesos de cristal son ligeros, su cabello parece
obedecer a una física distinta, porque la mayor parte de su cuerpo se desenvuelve
en el topus uranus, pero su aliento es tangible, incluso trivial, cuando se
sienta a tomar el sol a tu lado, o cuando duerme a tu lado.
Hoy Evanna y May se
han reunido de nuevo; May no sabe porque, hoy en la cúpula del mundo, en el ojo
de un huracán; los ojos en el cielo las miran besándose, llorando de miedo y
alegría, porque la esperanza ha vuelto, los campos florecen de nuevo, tras las
nubes pardas una amanita muscaria se deja llevar por las nubes en movimiento.
-
Ya no
me podrás ver May - Le murmuró en el oído – Pero siempre estaré contigo. Mi
cuerpo se disuelve en el océano del tiempo, debo cruzar de nuevo la celosía,
pero te dejo a ti, para llenar al mundo de color. Si estás llena de hiel,
regálale dulces al mundo, que te los pague con besos. –
Evanna se escurrió
de los brazos de May, humedeció su ropa y el suelo de la canasta. Ahora ya no
se siente tanto frio.
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