martes, 17 de septiembre de 2013

Posmemorias


Los susurros que brotan de las paredes son emociones congeladas, esferas de cristal contenidas por corazones de piedra que se rompen cualquier presencia; secretos guardados que ya no pueden ser contenidos. Eriko sabe que fluyen a través de ella, que la desgastan como el agua a la roca, la erosionan, pero se siente contenta de hacer algo por alguien, por lo menos así no se siente tan sola. Ha comenzado a llover de nuevo – No bebas la lluvia de las sombras – Le advertía su madre cuando estaba viva, porque es un impulso natural de los niños correr bajo la lluvia, reir, mojarse, pero esta lluvia no es natural, está llena de grafito.

Eriko buscó refugio dentro de un edificio abandonado, la puerta de madera cedió con facilidad, en el interior había muebles polvosos, insectos mudos y un espíritu silencioso que la observaba con atención desde un retrato antiguo.

-          Sé que estás ahí, no te voy a hacer nada – Dijo Eriko mientras apilaba maderos en la chimenea.

Su madre pensaba que eran amigos imaginarios de Eriko, Evanna y May, pero eran reales. Las tres coincidían en que la mayor parte eran almas buscando su cuerpo, vagabundos ciegos en la oscuridad, impotentes observadores de la realidad nebulosa desde el otro lado del manto. Se presentaban como movimientos sutiles en la periferia de la vista o como susurros escurriendo de las grietas de las paredes. Más escasos eran los secretos nunca dichos, emociones que se quedaron grabadas como sombras en los edificios de Hiroshima, condenadas a repetirse por toda la eternidad, la mayoría eran traumas violentos, asesinatos, torturas, violaciones, o secuestros de niños, pero a veces se encontraban instantes sublimes, como cuadros impresionistas. Éstos no tenían conciencia de sí mismos, eran solo rastros de un pasado lleno de colores proyectados al presente como fotografías viejas.

Evanna tenía la capacidad de observar los aromas, o nébulas: nubes livianas que se alimentan de sueños y pesadillas, náufragos del mundo supralunar, que se han quedado atorados en los engranes descompuestos de este planeta. Eriko ha percibido su presencia en forma de música lejana, desde el interior de su cráneo, pero nunca los ha visto.

May ha llamado miasmas a los antiguos dioses primigenios que duermen en la conciencia de todos los seres, arquetipos antediluvianos sin forma, reptiles con ojos que brillan en la oscuridad, babuinos enmascarados, brujos tatuados  que presenciaron el origen del tiempo, cuando las cuerdas se volvieron membranas y comenzaron a chocar. Nacieron antes del bien y antes del mal, antes de cualquier rastro de humanidad. Llenan de miedo el corazón de los hombres porque lo devoran todo, su presencia puede arrancarle el alma al cuerpo, porque están hechos de vacío, son lágrimas de parto del mar de Dirac.    

El espectro que acompaña a Eriko esta noche es solo un alma que perdió su cuerpo. ¿Por qué hay tantas almas sin cuerpo en esta ciudad?, ¿Acaso despertó el innombrable?, ¿se ha quitado la máscara el babuino?. ¿El árabe loco tenía razón?. El mundo es un lugar vacío, frio y silencioso, no responde a esa clase de preguntas.

-         Te quiero enseñar algo, acércate, no te voy a hacer daño – Le dijo Eriko al espíritu una vez que el fuego había sido prendido, tímido el espíritu no respondió, quizás era un espíritu sin voz. Eriko abrió el libro que llevaba su nombre en la portada y se lo mostró, los ojos del retrato se desplazaron tímidamente para observar la cubierta llena de calcomanías descoloridas, Eriko le mostró la primera página. – mira, esta es mi bisabuela, dicen que se parece mucho a mi-

El espectro obsevó foto de una chica delgada de piel blanca, ciertamente se parecía a Eriko, incluso en la forma de vestir. La principal diferencia era el cabello rojo. – Mi bisabuela se llamaba como yo, por eso el libro tiene mi nombre –

El espectro no había visto algo tan hermoso en mucho tiempo, de hecho, no había visto nada desde que algo terrible sucedió, un evento tan devastador que barrió con todas las playas de su memoria, incluso su personalidad quedó como una imagen descolorida. El huracán perdió fuerza, la tormenta terminó, la osmbra se perdió eternamente en esa fotografía. Ojos verdes abiertos con sorpresa, cejas pobladas llenas de alegría, una nariz pequeña y redonda, una boca abierta sacando la lengua exhibiendo una perforación, uñas pintadas de varios colores, un bra negro de látex, un short del mismo material, una segunda perforación en el ombligo, una gota verde llena de vida, el cabello rojo cayendo como una cascada de fuego, en las manos, una chispa. La chispa de donde nació el universo, y que marca el final de sus días, por fin puede descansar, no hay islas donde naufragar, no hay cuerpo para regresar, solo queda disolverse en el mar de Dirac. 

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