viernes, 29 de marzo de 2013

Harpia harpyja

-Esta mañana desperté antes del amanecer y sentí una presencia en el interior de la habitación-

Con algo de nerviosismo sacudió la resaca del sueño y descubrió dos pequeños ojos mirándola través de la ventana. Algo de vidrio se rompía al otro lado del manto, lo pudo escuchar en su interior, como el grito de alguien que muere en medio de un espasmo de dolor.

- Quedé paralizada hasta que los primeros rayos de luz disolvieron la sombra del ave – El vidrio volvió a ser transparente, pero eco de la harpía seguía rebotando en el interior de su cráneo.

Ella vagó por la niebla, sin saber que en su interior había sido plantado el huevo de un reptil. Los tambores llevaban el ritmo, pero debido al daño neurológico, solo percibía sonidos desordenados.

El mundo se veía diferente, pudo observar el horror oculto en los objetos de la vida cotidiana, las paredes de roca se habían vuelto cumulonimbos difusos, las líneas de la calle estaban retorcidas como un cuadro expresionista, en el silencio escuchaba una respiración aguardentosa como la de una bestia agazapada en las sombras. Dalel estaba en la cordilleras y cañones, cuando regresó a casa, estaba irreconocible, la máscara se caía a pedazos como piel quemada, su verdadero rosto revelaba un par de ojos de fuego negro capaces de convertir a cualquiera en una estatua.

-Vamos a suicidarnos al bosque – propuso Dalel y Dalel respondió – Vamos-

Un aroma dulce, les entregó recuerdos descoloridos como fotografías, cuando llegaron al claro en forma de media luna, se sentaron a observar las luciérnagas. Miraron sus reflejos en un charco de mercurio y se descubrieron hermosas, rodeadas de estrellas parpadeantes y sonriendo. El tiempo entró en animación suspendida.

-Ya es de noche-

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