Ya no cantan los pájaros; mi bisabuela decía que los
tambores los dejaron sin voz, dijo que fue un sonido tan fuerte, que les
arrancó el alma. Ella decía que cantaban de muchas formas, que cada especie de
pájaro tenía una voz característica, y que si no los veías, los podías
reconocer por su canto, decía que había personas dedicadas a estudiar los
cantos de las aves, que llevaban micrófonos especiales para capturar su sonido
y luego dejarlo salir. Yo nunca he visto un micrófono, pero he visto un par de
aves, caminando confundidas por el suelo, tambaleándose como pequeños monstruos
temerosos.
-
¿Por qué las aves ya no vuelan? –
-
No lo sé- Respondió el hermano de Samara
-
No me gusta mi nombre –
- Nadie te impide cambiarlo –
-
Me llamaré Valeria, ¿te gusta mi nuevo nombre?,
Valeria -
-
Me da igual, déjame comer –
La madre de Samara, o Valeria, había muerto por
envenenamiento radioactivo, pero ella e Isaac no lo sabían. Ellos habían
crecido creyendo que la muerte tenía siempre los mismos síntomas. El cuerpo no
acepta la comida y siempre duele la cabeza, se está siempre triste o enojado
además de cansado, la gente se queda dormida o se cae en cualquier momento, la
piel se llena de manchas, el cabello se cae, sale sangre de los dientes y los
ojos .
-
Fue muy triste que se muriera. ¿Tú te vas a
morir también? -
-
Todos nos vamos a morir algún día –
-
Pero me da miedo, no quiero morirme -
-
Aún falta mucho, no te preocupes –
-
Tampoco quiero que te mueras, quiero que esté
siempre conmigo-
Un sonido grave hizo temblar los huesos de Isaac y Valeria.
Asustados miraron al horizonte y descubrieron una enorme esfera azul que se
comía las nubes. Su hermosura los aterrorizó, pero no pudieron reaccionar, la
luz que manaba congelaba la superficie de su alma, pero derretía su interior. De
la boca de Isaac salió una mariposa translúcida con alas de porvelana que voló
gentilmente hacia la fuente de luz. De la nariz de Valeria manó el aroma de las
buganvilias y pinto con el olor de las flores un radio de varios kilómetros.
Para ellos la muerte no fue un sollozo, sino el sueño de una colmena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario