Hoy decidí ir a dar una vuelta por la ciudad de roca. Las
calles estaban inundadas, así que floté como un cuerpo boca abajo, mirando mis
recuerdos desde arriba, el aire olía a invierno pasado, la temperatura era
idéntica la que encontramos cuando recorrimos el pasillo de las
flores rojas. Siempre te recuerdo rubia, pero tu cabello era café.
Mientras escuchaba ecos en la
parte de atrás de mi cabeza, recordaba el árbol de la vida, cada vez mas
fragmentado, había ramas enteras que se habían borrado, los datos fragmentados siempre
generan inquietud. Un jarrón de porcelana solo se vuelve a ensamblar con
paciencia milenaria de anciano japonés, no es trabajo para un viejo
indisciplinado.
Un coro de fantasmas me sigue
eternamente, pero solo canta cuando viene la calma como una inundación que se
lo lleva todo. Veo flotando un poco de sueño sobre mi cama, lo utilizo para
cubrirme del frio. Cierro los ojos, en este momento sé que puedo abandonarme al
sueño profundo del mar de Dirac, para disolverme y caminar al lado de todo
hacia la muerte térmica.
Mientras las fotografías a color
se vuelven grises, abro las paredes y desaparezco, para susurrarle a otros
individuos, las cosas que solo se dicen en las noches de norte. A veces me
siento a esperar la lluvia en un parque abandonado, para limpiar mi lengua de
gato. Los océanos despiertan para llevarme lejos de aquí, al otro lado de la
tormenta de polvo, que lleva años estacionada sobre el mar, ensombreciendo las
calles inundadas de esta ciudad.
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