domingo, 9 de diciembre de 2012

Escolopendra




Un silencio espeso se derramó como sangre menstrual sobre todo el mundo, los relojes y las salamandras guardaron la respiración. Un ciempiés asomó sus patas en el horizonte y se erigió atemorizante, como una columna de humo volcánica, sus pensamientos se alargaron como brazos y se alimentaron del horror que dormía en los corazones de los habitantes de la tierra, dejando a los pueblos vacíos de emoción.

Lo que para muchos fue una tragedia, en realidad se trató de una liberación. El alma se volvió incorpórea, los ladrillos de todos los muros se desmoronaron, luego se volvieron ceniza, luego humo, finalmente viento estelar, y aun que ya no queda rastro de conciencia, se conserva la inquietante paz que algunos describen como encontrar un claro en el bosque durante una noche de luna llena.

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